miércoles, 9 de marzo de 2011

De vuelta al cole

No, no es que empecé el colegio de nuevo (eso no lo haría ni aunque me ofrecieran plata).
Sin embargo, no puedo evitar reconocer lo similar (por no decir idéntico) de los sentimientos que me embargan en este preciso momento, mientras transcurre el primer día de trabajo luego de las vacaciones.
Son aquellos mismos sentimientos que inevitablemente experimenté cada año, durante toda mi infancia, en ese fatídico y despreciable día del forzoso retorno a clases.
Sentimientos que son una mezcla indefinible de profunda amargura, angustia, bronca, frustración, mal humor, dolor de panza, mareos, hipotensión, ganas de prender fuego todo, un poco mas de amargura, cefalea y unos tics nerviosos en el ojo izquierdo que agregaban a mi ya reconocida y tremenda cara de culo, un cierto halo de locura casi peligrosa.

Hoy simplemente he cambiado el espantoso guardapolvo blanco por una camisa y una corbata pero, mas allá de eso, por dentro, la cosa realmente no es tan distinta.

Y esto es porque, a mi, esta aversión visceral por la obligación de tener que realizar tareas socialmente impuestas (o tareas en general) no es algo que me haya agarrado de grande. Nonononono; lo mío es de nacimiento. Es algo genético. Yo nací para dedicarme al ocio. Es como un don que tengo. Una virtud. Una especie de instinto innato que me permite estar al gas por mucho tiempo y no solo no aburrirme o sentirme mal al respecto sino, además, ser capaz de disfrutarlo sin el mas mínimo vestigio de culpa.
Por desgracia, aparentemente, ser así, un ser naturalmente dispuesto a no hacer nada, no parece ser compatible con esta vida en sociedad en la que, si o si, uno necesita trabajar para hacerse de dinero y subsistir, por lo que siempre, tarde o temprano, llega ese momento en el que debo hacer uso de toda mi concentración y fuerza de voluntad para actuar de manera diametralmente opuesta a mi maravillosa esencia, y así como alguna vez tuve que soportar cada año el doloroso ritual de volver a la escuela, hoy me veo forzado a cumplir con mi obligación de hacer lo que tengo que hacer, y volver al trabajo.

Y lo detesto.

Pero bueno, es lo que hay, así que aquí estoy, con un humor de perros iniciando un nuevo año laboral y, ya que estamos, dando comienzo a un nuevo período de sesiones mas o menos ordinarias de este ignoto sitio.

En cuanto a esto último, de más está decir, mas que nada porque me ocupé de dejarlo en claro en ese último texto que escribí justo antes de salir de vacaciones (... snif... vacaciones... ¿Cuanto falta para salir de nuevo?), que es muy probable que este año sea tan irregular o aún peor que el año pasado, así que si habitualmente no esperaban demasiado de mi, esta vez pueden esperar aún menos, si es que eso fuera posible.


Bien, dicho esto, ahora me retiro porque tengo cosas importantes que hacer.

No, trabajo no. Hoy no pienso hacer nada porque necesito un tiempo para readaptarme, pero parece que tengo que practicar un poco lo de mis miradas torcidas y furibundas a todo aquel que se me acerque a preguntarme como la pasé en las vacaciones, porque ya miré a un par y si bien se alejaron enseguida, no los hice llorar, por lo que sospecho que quizás este tiempo de ausencia me haya ablandado un poco.

A ver si todavía alguno se confunde y piensa que tengo ganas de conversar.