No hay caso. Es así.

Lamento mucho tener que abrirles los ojos de esta abrupta manera, pero es mejor que lo sepan por mi, y no por cualquier señor en la calle que les ofrezca caramelos.
Lo que me llevó a formular esta máxima de vida, además de la gran cantidad de tiempo al cuete del que dispongo en este lugar, sumado a mi inagotable vocación por pensar pelotudeces, fue el simple hecho de ponerme a observar el desarrollo de este inaguantable ecosistema en el cual me veo forzosamente inmerso, notando como las especies dominantes son, al mismo tiempo, las mas miserables.
No es que mientras escribo esto esté mirando con un odio asesino a la oficina de ese insignificante pedazo de excremento que se hace llamar "jefe" o a su horrenda y servil secretaria; no, de ninguna manera. Esto es una teoría general, hipotética, que es aplicable a cualquier ámbito de la sociedad, y que nada tiene que ver con mi situación actual en este lugar, en la que deseo matarlos a todos y huir luego de incendiar el edificio hasta los cimientos.
Pero bueno, supongamos, ya que estamos y solo para ilustrar la idea, que existe un lugar "X" donde hay personas que representan un claro ejemplo de lo que digo.
El primero es un pomposo joven, soberbio, ególatra y vanidoso, convencido de que es una especie de semi dios que todo lo sabe por ostentar un pedorro título universitario gracias al cual hoy se desempeña como, pongámosle, "jefe de personal" de ese lugar "X".
Por supuesto este desagradable ser, jamás aceptará que no fue su capacidad, ni su eficiencia, ni sus conocimientos, lo que lo llevó a ese lugar, sino lisa y llanamente su vocación de lameortos, su poca moral, y su absoluto desprecio por la propia dignidad al perder noches enteras de su inservible vida acompañando a cierto "Directivo" en sus vulgares noches de juerga.
La otra parte de esta historia (reitero, totalmente ficticia) está dada por un joven sencillo, bueno, inteligente, trabajador, muy capaz, y extremadamente atractivo, cuya mala fortuna lo llevó a terminar como subordinado del primero.
Este maravilloso y querible personaje es de esos que, aún teniendo la oportunidad, no acepta sacar ventajas de ciertas posiciones o familiaridades con personas de gran influencia, sino que desea conseguir todo por si mismo, mediante el esfuerzo honesto y el compromiso con el trabajo. Lo que se dice un verdadero gil de gomaespuma.
Al principio, hace años, esta relación laboral marchaba viento en popa.
El aún no tan odioso "jefe" instruía lo poco que sabía (ya que tampoco era que tenía LA experiencia) y el laborioso joven aprendía rápidamente y con envidiable entusiasmo.
Tanto que al cabo de no demasiado tiempo, ya se encontraba en condiciones de reemplazar perfectamente en su cargo al asqueroso superior, aún sin contar con ese tan "valioso" título universitario (Hecho éste que nunca pasó desapercibido para el repugnante profesional, quien aprovechaba cada oportunidad que tenía para enrostrárselo con la molesta frase "Es que vos no tenés chapa").
Sin embargo, aún se gestaba entre ellos una relación de casi amistad y gran colaboración, ya que, así como el "jefe" era hábil con ciertos temas, lo era de neófito para otros, para los cuales el humilde y apolíneo joven era un experto (por ejemplo el manejo de computadoras y bases de datos).
Así, JUNTOS, consiguieron grandes logros, casi fundamentales para la "Institución", que merecieron en su momento el reconocimiento del mismísimo Presidente de la misma.
Reconocimiento que recayó, única e injustamente, en el "jefe", sin que el maldito gusano se dignara a compartirlo con el laborioso joven (sin el cual no hubiera logrado absolutamente nada).
Parte de este reconocimiento fue un ascenso con todos los beneficios que ello acarrea, mas su correspondiente traslado a la "Casa Central" de la "Institución", hecho éste que no hizo mas que alimentar los insaciables deseos de grandeza y "poder" de este repugnante personaje.
A raíz de esta situación, el otro joven, (el trabajador, el bueno, el mas lindo), quedaría para ocupar el cargo que esta porquería de persona dejaba vacante, lo cual sentía que merecía y con lo que estaría conforme, al menos por un buen tiempo (porque además de muy trabajador y buen mozo, es re humilde).
Sin embargo, y esgrimiendo falaces argumentos como la amistad, la lealtad, y la necesidad de contar con "gente de confianza", el cobarde y ambicioso "jefe" convenció, luego de exhaustivas discusiones y falsas promesas, al inocente (por no decir pelotudo) joven de acompañarlo en su nuevo cargo (como un vulgar administrativo, claro, nada de darle una mano o tirarle un hueso).
Y así, ya en ese nuevo lugar y en esa nueva situación, fue pasando el tiempo; aunque, así también, fue repitiéndose la historia, una, y otra, y otra vez.
El joven empleado se esforzaba al máximo, solucionaba problemas, optimizaba tareas y se hacía cargo de todo, mientras el jefe daba rienda suelta a su obsecuencia con cuanto directivo se le cruzaba por el camino, intentando acaparar todo lo que podía y, por supuesto, reclamando mas dinero por ello.
El trabajo dejó de ser compartido, y mientras el joven empleado se multiplicaba para cumplir con todas las tareas, el ingrato "jefe" solo se vanagloriaba de su posición y de sus nuevas y suculentas ganancias, aprovechando de tanto en tanto cualquier oportunidad, encima, para bardear y recoger los frutos del esfuerzo del exhausto subordinado.
Día a día, la paciencia del valeroso joven se iba agotando, al igual que su salud, ya que el continuo stress, su mal carácter, y la imposibilidad de dar rienda suelta a sus instintos de asesinar a sangre fría a gente que se haga llamar "jefe", de a poco lo iban consumiendo.
Un día, como era de esperarse, la situación llegó a un punto crítico.
El egocéntrico y petulante "jefe" realizó, a pedido de sus superiores, una maniobra baja y terriblemente sucia (además de ILEGAL) que perjudicaría innecesariamente a todos los empleados, sin excepción.
El joven se hartó y protestó, encabezando un intento de rebelión (la cual finalmente fracasaría dada la inconmensurable cobardía del resto de los empleados energúmenos y veletas que se echaron para atrás).
El "jefe" no solo lo ignoró, sino que además se ofendió (mejor dicho, tuvo el tupé de ofenderse) y le importó tres carajos perjudicar a quien lo había estado bancando y ayudando durante casi diez largos años.
De esta manera, la buena relación llegó a su fin.
Luego de un tiempo mas, trabajando en el peor de los ambientes, con una tensión que podría cortarse con el filo de un cuchillo, quiso el destino que la salud del joven héroe dijera basta, y se viera forzado a solicitar una larga licencia.
Allí, lejos de sentirse aliviado, el "jefe" se dio cuenta de que prácticamente todo en el sector pasaba por el joven, y que en cada llamado, cada consulta y cada solicitud, se preguntaba por él, lo cual ponía en evidencia para todo el mundo, que en verdad el que trabajaba era uno, mientras que el otro solo figuraba sin tener la mas pálida idea como estaban las cosas.
En ese contexto, el "jefe" vio seriamente amenazada su posición y su autogenerada fama de "tipo que está en todo", por lo que en un arranque de cobardía y egoísmo de proporciones épicas, decidió, (una vez mas apelando a mentiras, manejos y medias verdades, y aprovechándose de la ausencia de quien no podía defenderse), modificar por completo la metodología de trabajo del sector, haciendo que todo pasase por sus manos.
Para completar el cuadro, despidió injustamente a una empleada que era una leal amiga del joven, y le regaló ese puesto a una sucia trepadora, histérica, ventajera y arrastrada, que le es completamente obsecuente, y quien, hoy en día, vive convencida de que ya es como una segunda "jefa", cosa que, debería ir sabiendo, puede ser muy perjudicial para su salud (en especial para su dentadura si se mete con quien no debe, por ejemplo conmigo).
La finalidad de toda esta maniobra ruin, fue dejar al joven fuera de todo. Apartarlo. Segregarlo. Desvalorizar su puesto y su presencia. Quitarle todo aquello por lo que tanto se había esforzado, y por lo que muy poco había recibido.
En un mundo justo, esto no hubiera funcionado.
En un mundo justo, algo o alguien hubiera adivinado las intenciones de estas viles personas, y hubiera arruinado sus planes, o, al menos, le hubiera dado una mano al pobre infeliz del joven.
Pero no.
Este no es un mundo justo. Para nada.
Meses después, el joven, ya con su vida completamente cambiada, y acarreando sobre sus hombros una situación personal extremadamente difícil de sobrellevar que lo llenaba de pesar y tristeza, se reincorporó a sus tareas, solo para encontrarse con que ya no tenía nada que hacer.
El despreciable "jefe" había logrado su cometido de quitarle todo el trabajo, de anularlo a la vista de todos, de hacerlo parecer un inservible que solo mantenía su puesto como si fuera una dádiva, de hacerle sentir que no tiene sentido ni siquiera el esfuerzo de concurrir hasta el lugar de trabajo.
Hoy en día, el pobre infeliz debe realizar cada jornada un largo viaje en colectivo, con todo lo que ello implica, solo para llegar y sentarse durante horas sin hacer nada; para ser relegado, o bien, para realizar humillantes labores de auxiliar, tan básicas que hasta un mono tití mas o menos bien educado podría hacer.
El objetivo, por supuesto, es hartarlo. Forzar una mala reacción. Generar una equivocación. Ignorarlo por completo, a propósito, a sabiendas de que eso le molesta y lo enfurece.
El objetivo es hacer que el joven, ese mismo que durante diez años se rompió el lomo para hacer que todo anduviera bien, que supo ganarse lo poco que consiguió únicamente con su esfuerzo, sin tener que inclinarse ni arrastrarse ante nadie, se canse y se vaya.
El objetivo es que renuncie. Que se quiebre.
Que desaparezca, ahora que ya todo está hecho y ya no hay trabajo sucio que hacer.
Ese es el triunfo que el "jefe" y su vulgar sirvienta están esperando ansiosamente.
Por eso decía al principio que la vida está hecha para que a los hijos de puta todo les sea mas fácil.
Porque ellos no tienen moral, ni conciencia, ni remordimientos; y les importa un carajo el daño que puedan hacer, o lo mucho que puedan perjudicar al otro.
Los hijos de puta solo se preocupan por ellos mismos, y por conseguir lo que quieren, a cualquier precio.
Y de alguna forma siempre caen parados. Siempre encuentran la forma de zafar de las consecuencias de sus actos. Siempre quedan bien. Nunca les pasa nada, porque siempre encuentran a quien cagar y, por sobre todo, porque siempre son amparados por otros hijos de puta.
Mientras tanto, los que no somos así, nos la pasamos pensando en hacer las cosas bien, como debe ser, en mantener la dignidad, siguiendo las reglas y tratando, en lo posible, de no joder a nadie en el camino.
Y de tanto pensar, y de tanto cuidar, terminamos siempre siendo los únicos perjudicados.
Y esto es así, en cualquier ámbito.
Y a nadie parece importarle en lo mas mínimo.
Cada vez mas seguido pienso que ser "bueno", en este mundo de porquería, no es un gran negocio.
Es ya muy notorio que a los hijos de puta les va mejor.
En fin.
Como corolario de esta historia, y a modo de final mas o menos feliz, se sabe que, afortunadamente, todo lo que al joven empleado le falta de hijoputez, le sobra de orgullo.
Por eso, aunque pretendan el pomposo "jefe" y su simia amaestrada conseguir su miserable objetivo de sacarlo del medio para quedarse solitos y tranquilos regodeándose en su triunfo de hijos de puta, aún no lo logran.
Y eso les duele. Les molesta. Y se les nota.
Y lo sienten cada vez que se cruzan con la furibunda mirada del joven, porque pueden percibir en esos ojos su grito silencioso:
"¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡DE ACAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!!"
"¡¡De acá que me van a sacar!!…"
Esssta (tomándome groseramente la entrepierna) que van a lograr que el apuesto joven renuncie …