martes, 19 de mayo de 2009

Esto de la new age no es para cualquiera

Todo comenzó porque desde hace un tiempo, mi mujer venía amagando con que quería comprar para la casa uno de esos hornitos de cerámica para poner aceites esenciales aromáticos (Para los que no sepan de que se trata les explico: es como un cosito medio redondito en cuyo interior se coloca una velita y que en la parte superior lleva una especie de platito o vasijita en el cual debe colocarse agua caliente y unas gotas de algún aceite esencial con el objeto de que el mismo, al evaporarse, libere al ambiente un delicado aroma que, según los que saben de esas cosas, además de desodorizar, armoniza, relaja, provoca estados alterados de conciencia o cosas así, dependiendo de la esencia elegida).
Entonces, el otro día mientras nos encontrábamos en uno de nuestros clásicos paseos de sábado a la tarde, pasamos por una casa de esas que se dedican a vender esas cosas y mientras yo boludeaba viendo si había algún libro que me pudiera interesar, ella fue y se dio el gusto de comprarse su hornito, por supuesto, junto con todos los accesorios para que ande (Porque convengamos que el hornito por si solo medio como que no tiene mucha gracia), los cuales consistían en unas cuantas velitas y un par de frasquitos de aceites: uno de lavanda (Que, por lo que sale, aparentemente debe ser extraído de plantas de lavanda cultivadas por una secta de monjes vírgenes criados específicamente para ese fin en los restos ocultos de los Jardines Colgantes de Babilonia) y uno (Por suerte mas modesto) de limón.
Siendo fácilmente reconocible que ambos éramos neófitos en el tema, la vendedora, con toda su buena voluntad, mientras metías las cosas en una coqueta bolsa de papel reciclado, intentó explicarnos como era el asunto para que la cosa funcionara como es debido, pero se vio de inmediato interrumpida por nuestras carcajadas.
"¡Pero por favor querida! Es un hornito de cerámica con una vela ¿Qué hay que explicar? Lo sabe usar un hippie mugroso no lo vamos a saber usar nosotros ¡¡JAJAJAJA !! le dije yo llevando mis manos a la cintura e inclinando levemente mi cuerpo hacia atrás.
La chica medio que me miró raro y quiso insistir con lo de los detalles, pero fue en vano ya que enseguida le pagamos los productos y nos fuimos riéndonos como locos y señalándola desde la calle.
Obviamente, lo primero que hicimos cuando llegamos a casa, fue disponernos a encender nuestro recién adquirido hornillo para comenzar a disfrutar de las bondades de la aromaterapia y vivir un cálido momento de relax y purificación espiritual.
En realidad, la que se abocó a esa tarea fue mi mujer. Yo me tiré en el sofá a mirar televisión.
Una vez encendido el artefacto (Que tan difícil no era), el tema fue escoger el lugar donde ubicarlo, a fin de que pueda cumplir con su función de aromatizar todo el ambiente, pero también para que se luzca porque, dentro de todo, feo no es. Por eso, terminó colocado en el medio de un estante de un mueble donde hay, además, una pequeña estatua de Buda y un mini jardín zen, lo cual le daba a todo una onda muy oriental y quedaba muy cool.
Habrían pasado unos quince minutos cuando a mi mujer se le ocurrió preguntar "¿Si se calienta no le hará mal al vidrio?" (Porque el estante es de vidrio, no se si lo dije).
"¿¡Que!? ¿Se calienta?" dije yo sin moverme un centímetro del sofá pero con gesto de gran preocupación "¿Por qué no te fijás?".
Así lo hizo, y a juzgar por lo rápido que retiró su mano y por el evidente gesto de dolor en su rostro, la respuesta, definitivamente, era afirmativa.
Si. Ese hornito podrido se recalienta como la reputa que lo parió y estaba calentando peligrosamente el vidrio del estante con el consiguiente riesgo de rajadura, por lo que, a fin de evitar una pequeña tragedia, le sugerí a mi amada que lo saque de inmediato de ese lugar (Yo siempre sin moverme ni un ápice del sofá. Es que los fines de semana no me gusta hacer nada).
Claro que la tarea no le resultaba nada sencilla con el hornito caliente como una brasa, así que luego de que intentó sin éxito varias veces agarrarlo utilizando un guante de cocina, me digné a intervenir, no sin cierto fastidio y, por supuesto, luego de mofarme un buen rato de su fracaso (Porque yo soy así de tierno y amoroso).
Minutos después, apelando a mi inteligencia masculina dominante y mi innato conocimiento en el manejo de todo tipo de herramientas varoniles, haciendo un hábil uso de las pinzas de cocina, tome ese pequeño fragmento de infierno y lo saqué del estante, para terminar depositándolo, heroicamente, sobre un pequeño pedestal de esos que parecen columnitas y que sirven para poner macetas arriba (En casa hay tres. Uno para cada maceta con las orquídeas de mi mujer).
De esta manera, superado este primer contratiempo y con el cosito ese ya seguramente ubicado, ahí si, nos dispusimos a relajarnos y dejarnos imbuir por completo con el embriagador aroma de la lavanda (Y era hora, porque con lo que salió mas valía que nos aspiráramos hasta la ultima partícula).
Sin embargo, luego de varios minutos como que mucho mucho olor a lavanda no había.
De hecho, no solo no había nada de olor a lavanda, sino que se sentía como un cierto tufillo a humo que de agradable y relajante no tenía un pomo.
Y no solo era olor lo que había sino que, además, comenzamos a notar como desde el rincón donde se encontraba el bendito hornito, se elevaba una delicada columnita de humo negro.
"¿Será así?" nos comenzamos a preguntar.
¿Y adivinen que? NO. No era así como debía funcionar.
Cuando nos acercamos a ver que onda, notamos que la velita ya no mostraba una delicada llamita sino que se había encendido en toda su superficie, generando una llama que bien podría haber servido para cocinar unos buenos chorizos y que, amenazante, hasta sobresalía por los costados del cacharrito.
"Uy. Me parece que no es así" dijo mi mujer entre risas nerviosas.
"¿¡¡Te parece?!! ¡¡Obvio que no es así!! ¡Se está prendiendo fuego! ¡¡Se está prendiendo fuego!! ¡¡Vamos a morir!! ¡¡Vamos a morir!! le dije yo a los gritos y demostrando lo poco confiable que soy bajo presión "¡¡Vamos a terminar como la santa de los arqueros, esa Juana del arco, todos quemados!!".
"¡¡Bueno basta!!" me dijo mi esposa mientras me cacheteaba un par de veces para clamarme "Lo apagamos y listo".
Entonces muy segura de si misma, se acercó un poco al hornito y sopló. Y sopló otra vez, mas fuerte. Y otra. Y otra. Y otra.
Pero la llama lejos de disminuir, parecía entusiasmarse cada vez mas.
Nos miramos. Miramos la llama. Nos miramos de nuevo. Y casi arrojándonos al piso nos pusimos los dos en cuatro patas (La columnita es bastante bajita) y empezamos a soplar medio desesperados uno de cada lado, hasta ponernos bordó como en los dibujitos.
Y tampoco funcionó. La llama no se apagaba.
Y cada vez salía mas humo y mas negro. Y la cosa se ponía jodida y yo ya me imaginaba durmiendo debajo de un puente, todo tiznado, y pensando en por que no contraté un seguro para el hogar.
"Esperá, esperá" dije con cara de iluminado en un momento "Andá y traé el rociador con el que regás las orquídeas" (Porque no se si saben que las orquídeas son unas plantitas muy muy mariconas que apenas se riegan y debe hacerse con un rociador porque sino se ofenden) "Le tiramos agua con eso y así lo apagamos".
Lo que nunca nos imaginamos fue que al rociar agua sobre la llama, ésta, por alguna extraña reacción química o quizás porque la misma fuerza del aire hizo que salpicara el aceite contenido en el platito superior, hizo como una pequeña gran explosión que la elevó como veinte centímetros en medio de unos chisporroteos, antes de volver a su estado anterior, dejando ya la totalidad de la superficie del pobre cacharro toda chamuscada y nuestros corazones al borde mismo del soponcio.
Incluso una de las orquídeas se desmayó del susto que se pegó al ver la llamarada.
Y encima, la llama del puto hornito seguía sin apagarse.
Al final, como la cosa ya se estaba complicando, el departamento ya estaba lleno de humo, y no sabía a ciencia cierta si la vela que nos habían vendido estaba hecha de nitroglicerina mezclada con nafta súper y podía explotar en cualquier momento, agarré una vez mas las pinzas de cocinero y, así como estaba, lo llevé hasta la pileta de la cocina y lo dejamos ahí, donde terminó de consumirse solo luego de hacer un par de chispazos mas.

¿El aroma a lavanda? Bien, gracias.

Igual, mas allá de todo, debo decir que fue una experiencia reveladora.
Me reveló, entre otras cosas, que como hippie me moriría de hambre. Y como bombero también.

También debo reconocer que esto de las terapias nuevas es sumamente efectivo. Algo drástico para el que no está en el tema, pero realmente efectivo.
Me habían dicho que esto de la aromaterapia era para relajarse y puedo dar fe de que es cierto. Después del ataque de nervios y adrenalina que sufrís temiendo que se te incendie la casa, cuando por fin todo termina te sentís relajado, agradecido y sobre todo, afortunado de seguir vivo.

Una maravilla realmente.

Hoy puedo decir que soy otro.

9 comentarios:

Unknown dijo...

uy dio, y yo que pensaba aprender yogur y mierditacion trasendental (o algo asi no me acuerdo)

El Profe dijo...

"..las orquídeas son unas plantitas muy muy mariconas.." JA-Ja-JA ¡Que bueno que ahora podemos —la feliz pareja y los lectores— reirnos con la "aventura"! Esteee...seguro que nunca les mencionaron eso de: "No hay que jugar con fuego" ¿verdad?

Bugman dijo...

No tiene usted idea de lo que me desagradan todas esas cosas con velitas, hornitos, sahumerios, "llamadores de ángeles", duendecitos y demás fruslerías. Una vez tuve una discusión con mi mujer porque quería poner arriba de mi mesa Le Corbusier una serie de velitas rojas, lo cual constituye para mí un crimen contra el diseño.
Por supuesto gané la batalla, y de paso descubrí que comer velitas rojas no es mortal, aunque provoca tránsito lento.

Renegado dijo...

Consumer2k8: Pero no se prive hombre! Siempre es bueno aprender. Además tengo entendido que en ninguna de esas disciplinas se usa el fuego así que no hay peligro.

Profe: Si, me lo han mencionado pero vió como somos los jóvenes de rebeldes e irreverentes.

Bugman: A mi no me enloquecen pero hasta ahora, salvo por el hecho de que casi nos incendiamos, el hornito no molesta.
Igualmmente no creo que se nos de por llenar la casa de esas cosas (Mucho menos con duendes ya que mi mujer les tiene miedo).

Martín Benegas dijo...

deberian vender el hornito junto con un matafuego triclase, por las dudas vio?

Natalia, la capricorniana alegre dijo...

Eso porque compraste un hornito caro. Si vas a un todo por dos pesos, están lo de cerámica que no se incendian, las velas sos comunes y los aceitecitos apestan.

Saludos.

Bird Parker dijo...

"Incluso una de las orquídeas se desmayó del susto que se pegó al ver la llamarada." ... Será por lo que son plantitas "muy, muy mariconas"... excelente relato, me ha alegrado el día.. saludos señor Renegado...

licha dijo...

pero...no lo apagaqron antes de sacarlo del primer lugar????
que bárbaros!!!
y apagar fuego con un rociador! algo contuindente hace falta, no se un sifón de soda hubiera venido al pelo!!!!

jajaja!!

un consejo, si vuelven a prenderlo, jamás le pongan una vela q no sea la especial para hornitos, una amiga puso una q er aun poco mas alta, y parece q daba mas calor, el resultado: el aceite hirvió y empezo a hacer explosioncitas, no sabés como le quedó la mesa!

Anónimo dijo...

HIPPIE:mira vos, CAPITALISTA IMBERBE. nosotros somos amigas de la naturaleza aspiramos una forma de vida espiritual.... y no como vos barbudo groncho que no pudiste con un hornillo de morondanga...
MOMENCLADOR:(Tumba la puerta, y se le ve vestido de rambo con una machine gun de oro)Con que espiritualidad inutil mugroso toma esta .... baaaaammmmmmmmbaaaammmmmmmm....(hizo pure al hippie)