miércoles, 28 de abril de 2010

Delicias del transporte público

Culmino mi jornada laboral como suelo hacerlo, harto de haber pasado nueve horas de mi vida en un lugar que detesto, haciendo cosas que no me satisfacen, y sabiendo que mi aporte a la humanidad ha sido poco menos que nulo.
Por ello, como siempre, estoy de pésimo humor.
Camino la cuadra que me separa de la parada del colectivo, cansado, algo dolorido, y pensando en lo lindo que sería ser millonario y poder mandar todo a la remismísima mierda.
Espero en la parada, deseoso de retornar cuanto antes a la comodidad de mi hogar.
Luego de unos minutos el colectivo asoma en el horizonte.
Junto aire y paciencia. Odio el colectivo, pero volar no se, así que por el momento lo necesito para volver.
Extiendo mi brazo.
El colectivo me ignora olímpicamente y pasa a los pedos, dejándome de garpe.
Puteo en varios idiomas durante algunos minutos. Maldigo al chofer y a toda su ascendencia. Fantaseo con tener una bazooka.

Al cabo de un rato veo venir al otro colectivo.
Extiendo nuevamente mi brazo. Lo agito un poco. Desciendo a la calle para hacerme mas visible. Cierro mi puño y extiendo mi dedo mayor sacudiéndolo como loco porque, otra vez, el puto transporte me pasa de largo.
Comienzo a dudar de mi visibilidad.
Evidentemente, o me volví transparente, o los colectiveros son unos reverendos hijos de puta. Me inclino por la segunda opción.

Hace ya cuarenta minutos que salí de trabajar, y todavía estoy esperando.
Mi mal humor se ha incrementado a niveles peligrosos. Ya no tolero nada. Me molesta todo.

Viene otro colectivo. A este lo detengo aunque deba arrojarme al medio de la calle.
Por suerte no es necesario.
Me subo.
Está, como siempre, bastante lleno.
Resoplo un poco, doy una rápida mirada al pasaje, cuento cuantas viejas viajando al pedo hay, pienso en por qué carajo no se quedan en su casa, y busco un lugar.

En la siguiente parada suben como diez personas.
Obviamente los servicios anteriores no solo me dejaron a pata a mi y, como consecuencia, en cada parada suben todos los rezagados.
Conclusión: luego de dos paradas mas, el vehículo está cargado hasta el límite de lo humanamente tolerable algo que, al parecer, al chofer no le molesta ya que sigue subiendo gente.
Buenísimo. Los dos primeros choferes eran unos soretes; este es demasiado benévolo y no quiere dejar a nadie de a pie.

Fantástico. Me encanta. Que lindo. Las pego todas.

Sin embargo, cuando pensé que ya no podría estar peor, reparo en la posición en la que los diversos acomodamientos y empujones de la marea humana me habían dejado: estaba parado justo frente a uno de los combos mas perniciosos que alguien como yo puede encontrarse en el colectivo. El combo “Joven madre boluda llevando a su molesto niño pequeño en la falda”.
Y cuando digo niño pequeño me refiero a un ser inquieto, molesto y rompepelotas, de esos que están en la edad del descubrimiento y quiere tocar todo lo que lo rodea.

Y da la perra casualidad que, de todo lo que rodea al pequeño bodoque, lo mas cercano es mi imponente figura.

Por supuesto no pasa mucho tiempo hasta que la detestable criaturita comienza a intentar agarrarme la punta del saco con sus regordeta y pegajosa (porque a cada rato se la metía casi completamente en la boca el divino) manito.
Yo, imposibilitado de huir, acorralado por una maloliente muralla humana, solo podía, apenas, evitarlo con sutiles movimientos de cadera y bastante cara de asco.
Pero el pequeño era perseverante y, una y otra vez, volvía a insistir en su cometido, mientras la boluda de la madre se hacía la que no se daba cuenta y miraba por la ventanilla.
Teniendo en cuenta mi carácter y a fin de evitar un quilombo seguro, pienso en dar un forzado paso atrás y alejarme así de su alcance pero, luego de una rápida mirada, noto algo que me hace desistir.
Justo a mis espaldas hay un pelado. Flaco. De polera. Que en una de sus orejas luce un arito de piedrita brillosa y que, juraría, tiene los ojos delineados. O sea, el pelado tenía una pinta de “afrancesado” (para no decir comilón) tremenda, y cuando miré a ver si me podía correr me lanzó una mirada que no me gustó ni medio.
No vaya a ser que yo me mueva hacia atrás y ese muchacho se confunda y lo tome como una insinuación de mi parte. Ya sería el colmo. Y el horno no está para bollos.

Así me encontraba, deliberando mentalmente acerca de mis opciones cuando, de repente, siento un pequeño tirón.
Bajo la vista y veo, con los ojos inyectados en sangre que, finalmente, el pequeño bofe con zapatillas que tengo enfrente ha logrado su cometido y ha conseguido asirse al extremo de mi corbata.
La madre lo mira, y luego me mira a mi con una estupidísma sonrisita como diciendo “Ay ¿No es hermoso mi nene? ¡Mirá como te llena de baba la corbata!”, seguramente esperando de mi parte un “¡Ay si es divino! Me encanta que me ensucie la corbata que acabo de estrenar hoy. Esperá que me agacho un poco para que me toquetee todo mas cómodo”, algo que, por supuesto, no sucedió ya que yo, con mi mejor cara de ojete y luego de dar un ligero tirón para arrebatar mi corbata de las garras del minúsculo atrevido, le respondí con una mirada de “Me vuelve a tocar y lo tiro por la ventanilla”.
O capaz que se lo dije, no sé, porque la mina se puso seria de golpe y agarró al chico y lo acomodó mirando para el otro lado.

Creo que a veces pienso en voz alta y no me doy cuenta.

No importa. La cuestión es que, con el niño controlado y el pelado con pinta de puto ya alejado de mi persona debido al movimiento de gente pensé que, por fin, el viaje continuaría normalmente.

Pero no.

Aún quedaba algo.

Un postre, por decirlo de alguna manera y utilizando una metáfora que luego cobrará sentido.

Se ubica a mi lado un señor.
Un señor maduro, de unos cincuenta, medio desarreglado, con pinta de empleado de comercio o algo así, y que olía a una mezcla de humedad, perfume barato y chivo.

Y resulta que este señor había tomado su boleto y, luego de haberlo retorcido sobre si mismo varias veces, se había confeccionando una especie de “palito” de papel con el cual comenzó, sin ningún reparo, a hurgarse meticulosamente las orejas.
Primero la derecha. Revolvía un rato. Luego pasaba a la izquierda. Revolvía otro rato.
Yo lo observaba cada tanto y cada vez me parecía mas repugnante (y no pregunten por que no miré para otro lado. No sé. No puedo. Soy así. Tengo que ver todo hasta el final).
La cuestión es que el tipo estuvo así como veinte minutos.
Finalmente, después de haber acicalado generosamente sus pabellones auriculares parecía que el trabajo de limpieza había terminado. Pero no.
El viejo roñoso redobló la apuesta y empezó a realizar el mismo procedimiento pero ahora con sus oídos (Si, ahí donde está la cerita), utilizando su palito de papel a manera de Cotonete.
Y otra vez, primero le daba a un oído, y luego al otro, y luego volvía al primero y así.
Y así pasó otro rato.
Pero no terminó ahí.

Todavía faltaba lo mejor.

Una vez que terminó de hurgarse casi con devoción cada uno de los recovecos y orificios de su aparato auditivo, este desagradable hombre agarró su adminículo y (y espero que en este momento no estén comiendo) se lo metió en la boca y lo empezó a chupar, moviéndolo de un lado a otro como si fuera un escarbadientes.

Y ahí si, apenas si pude contener la arcada y tuve que pasar el resto del viaje intentando pensar en otra cosa para no vomitar.

Y por si no quedó claro, todo eso pasó en un solo viaje.

Ahora bien, yo quiero creer que cosas como estas le pasan a menudo a cualquiera que tenga la poca fortuna de tener que utilizar los medios públicos de transporte ¿No?

No puede ser que cosas como estas me pasen solo a mi.

¿O si?


Si alguien allí del otro lado tiene alguna experiencia para contar, por favor, compártala.

Quiero creer que no estoy solo.

Necesito consuelo (Y olvidarme del viejo chupando el palito de boleto encerado).

24 comentarios:

Samain dijo...

Lo del boleto fue DEMASIADO.

Si tiene tiempo y ganas algún día, pásese por mis Von Voyage.

Algo muy muy asqueroso que veía, cuando iba a la escuela, era a una compañera sacarse los granos (en medio de clase) y comérselos. Síp. Se los sacaba, y bien fresquitos...

En cuanto a no poder correr la mirada, es un hecho, como ver una paloma muerta. Es un asco, nos repugna, pero no podemos sacar la vista de encima. Nos gustará sufrir, no sé, pero es natural, no se asuste!

Saludos.

Nefertiti dijo...

ok.... vos lo pediste.... te gano por afano con el relato....

Cuando iba a la facultad (sí, sí, ya sé.... hace mucho tiempo), tomaba un colectivo muy temprano a la mañana, que inevitablemente venía hasta las bolas. Ni siquiera tenía esa parada que tienen muchas líneas, en las que se baja la mayoría de la gente y uno respira... no no... hasta las bolas hasta la facultad. Con olores inexplicables, porque digo yo, o te bañas a la mañana o a la noche, no podes heder a las 6:30 am!
Ese día, sin un milimetro para moverme, un flaco se empezó a descomponer y me vomitó AL LADO! Mis zapatos quedaron enchastradísimos. Intenté limpiarlos en la facultad, pero la baranda hedionda no se iba. Tuve que irme del aula, porque no se aguantaba (y porque ademas tenía que aclarar repetidamente que no, que no era yo, que me habían vomitado en el colectivo, que perdón...)

Qué me gané??? jaja

Canoso dijo...

Bueno, lo del señor es bastante asqueroso pero cierta vez, cuando regresaba de la facultad, me tomé el 159 (el blanquito) el Nº1 en Paseo Colón.
El colectivo no venía muy lleno ya que pudimos sentarnos.
Yo estaba en el ultimo asiento de uno mirando por la ventanilla cuando se me ocurrió mirar para el interior del vehículo porque había tres negros haciendo bardo.
Esos muchachones no eran nenes de pecho y nadie les decía nada porque si no eran asesinos recién salidos de la prisión, le andaban raspando. Uno de ellos le dice a otro en voz alta, "me estoy meando" y ahí nomás, abrió la cremallera y se puso a mear como si estuviera en un baño.
Obviamente yo no podía verlo mear porque el morocho estaba sentado en un asiento de dos pero sí vi como el líquido empezaba a pasearse por el piso del colectivo.
Por supuesto que ni el colectivero ni nadie del paseje dijo ni mú porque los morochos no eran precisamente monaguillos.
Tengo otra:
Mi primo, tomando la misma línea de colectivos, iba sentado en un asiento de uno cuando subió un viejo con una lata envuelta en un papel de diarios.
Parece que el colectivo frenó de golpe y al viejo se le escapó la lata de las manos y el contenido que se encontraba dentro, se derramó sobre la humanidad de mi pariente.
Demás está decir que la lata contenía un aceite bastante negro que manchó toda su ropa...
Y la última: Volviendo en el 24 de la facu, subió en Patricios la hinchada de Boca y había una pobre mina que venía en minifalda.
Se podrá imaginar lo que no le hiceron.
Tanto fue el desmadre que la flaca se bajó al toque del bondi más manoseada que el pasamano del vehículo.
Puedo contarle mil más. Viajo en transportes públicos desde los 18 años...

Rebeca dijo...

Dios! Ese viejo! Yo lo puteo sin más como para que se corra de mi lado por lo menos.

Si a los pendejos tampoco los soporto, pero ellos no tienen la culpa sino sus madres estúpidas.

Gracias a Dios no me ha pasado nada digno de ser contado.

Lo que me pasó un millon de veces es que me deje de garpe el bondi. Cuando van llenos no levantan gente. Y bue ajo y agua!

Jazmin dijo...

Ahhjjj... por favor!! Terminé de leer el relato con los ojos de par en par, la boca abierta pero tapada por mi mano, y emitiendo sonidos guturales... No hay derecho. Uno no debería sufrir así para ir del trabajo a casa.

Iba hacia el trabajo. 9 am. Otoño. Día de lluvia. Bondi hasta las manos, la gente apretujada, los maletines, los paraguas, las mochilas, carteras, todo contribuía al caos y al vaho, los vidrios empañados, en fin. Divino.
Un señor, muy bien vestido, pinta de boga, traje, maletín, y el piloto en el brazo, que no tenía sostén. Entonces le permití apoyar su mano en el costadito de mi respaldo para que no pierda el equilibrio. De ahí a tener toda la mano del señor, cubierta por su piloto, entre mis gemelas, pasaron dos segundos (uno tardé en reaccionar, y no, no me gustó).
Yo estaba vestidita como lady, sentadita como lady, y con mi voz 3 tonos más altos de lo normal, le dije con una sonrisa: "O sacás la mano de mi escote, o te bajo los dientes... todos", al tiempo que levantaba una ceja.

Intentó un "pep... yo... no..."
"No te gastes, y ubicate", le dije.
Se bajó en la siguiente parada.
Pocas cosas me hacen sentir más asqueada que un contacto físico no deseado.

(me acordé del dibujito de la publicidad de cotonetes... parabarán pampaaarabaran... se acuerda??)

La Ruiva dijo...

Perdí la cuenta de las veces que me quedé de garpe en la parada porque el bondi no pasó, y de las asquerosidades que vi en esos años. Perdí la cuenta y la memoria, gracias a Dios.

Pero de algo no me olvido, y te lo cuento para que agradezcas por no ser mujer en los colectivos y para que te sientas mejor. Un tipo que se tomaba el colectivo una parada después que yo, se obsesionó conmigo. Estaba medio loco, la cara lo botoneaba MAL. Los bondis a ese horario siempre iban llenos hasta la manija, el tipo se abría camino por donde sea, empujando cielo y tierra para perseguirme por todo el bondi, era una carrera de obstaculos la mia, adentro de un colectivo. A mi se me congelaba la sangre cada vez que lo veía subir, y ya empezaba mi huída, pero el colectivo tiene un límite. Iba de adelanta para atras, de atras para adelante, y asi. Me caracterizo por tener mucha paciencia, pero un par de veces lo mandé al carajo, sutilmente. Mucha gente se daba cuenta, hombres incluso, jamás nadie hizo nada. Me he llegado a bajar del colectivo en cuanto lo veía subir. Hasta que unos meses despues me harté y cambié el trayecto, empecé a hacer tren en vez de colectivo.

La Ruiva dijo...

Ah, y una amiga mia vió a un tipo masturbandose en el bondi, asi que no te quejes.

Zoqueta dijo...

NAAAH.
Y yo asqueada por el boludo que hoy a la mañana, se metía EL dedo en la nariz [no la puntita, toooodo el dedo], sacaba sus mocos duritos y hacía bolitas. Luego, se los limpiaba en la otra mano.

Pero me ganaste.

Briks dijo...

hace mil años que no me subo a un colectivo

casi ni recuerdo la última vez por eso debo preguntar...

TODAVIA HAY BOLETOS ??

Jazmin dijo...

Sí, Sr.Briks, pero ya no los entrega el chofer, cortándolos de su aparatito de metal plateado... sino que Ud. introduce una moneda (varias) en la ranura de una máquina (hasta acá supongo que le resultará familiar el ejercicio... no puede hacer tanto tiempo que jugó un fichín, no?), y ésta (la máquina) le devuelve un boleto a cambio.
Hay algunas líneas que tienen la tecnología necesaria para que el usuario pase una tarjeta, cargada con crédito. Pero yo no las conozco.
Acá, con $1.20 recorre media capital.

Briks dijo...

la de meter y sacar la tengo clara !





todas las mañanas meto una ficha y saco un cafe

Yoni Bigud dijo...

El transporte público es un caldo de cultivo para la proliferación de estos personajes. No se me viene a la memoria un solo ejemplo, pero puedo asegurarle que todos lo sufrimos.

Si pudiera le prestaría mi mirada de rachazo para infantes menores de cinco. Surte efecto inmediato, jamás hacen contacto conmigo.

Un saludo.

Renegado dijo...

Samain: ¡Ay que lindo lo de los granos! Luego de leer eso y, por supuesto, de imaginarmelo, hoy no almuerzo.
Gracias. Estoy necesitando adelgazar un poco.

Nefertiti: Yo tampoco me explico como hay gente que ya huele mal desde tan temprano.
Yo a esa hora he tenido gente al lado hasta con olor a vino.
Y en cuanto a su anécdota, no me queda mas que felicitarla por su entereza. Si a mi alguien me vomita cerca, inevitablemente el segundo en vomitar sería yo.

Carugo: Viajar con alguna hinchada es tremendo.
A mi varias veces me ha sucedido de compartir colectivo con hinchas de Racing o Independiente, y encima tener que soportar los cantitos en contra de Boca sin poder reaccionar (O sea, no reacciono porque veinte contra mi sería una pelea desigual y yo soy un peleador honorable. Deberían ser al menos el doble para equilibrar. Faaaaaaaaaaaaa!!!!).

Rebeca: ¿Como que nunca le pasó nada? ¿En que viaja Ud., en helicóptero?

Jazmín: Adhiero completamente a lo del contacto físico no deseado. Yo soy bastante fóbico con eso. Me molesta y mucho.
Por eso no uso mas escotes.

Ex-Rubia: ¡Ahhh, sos vos! ¡¡Mirá donde te vengo a encontrar!! Debe ser el destino. Pensé que te había perdido para siempre (lleno de tics). Veo que seguís igual de antipática ¿Que te costaba dejarme que te toque un poquito? (Poniendo cara de loco) ¿Sabés lo que me cansaba de perseguirte por todo el colectivo?
Que suerte que volvemos a encontrarnos (cara de loco feliz). Nos vemos en el tren linda (mirada lasciva).

Y eso de ver un tipo masturbándose me lo han contado varias veces. Y siempre las que lo ven son mujeres. Es como una leyenda urbana.

Zoquett: Bueno, pero la pelotita de moco no deja de ser un clásico.

Briks: Aaaayyyyy sory boló, este es un blog de gente pobre que viaja en bondi ¿Vistes?

Si, todavía hay boletos y se pagan con monedas (Monedas son unas cosas redondas metálicas que valen poca plata).

Renegado dijo...

Yoni: Le agradezco el ofrecimiento, pero tengo mi propio arsenal de miradas (perfeccionado durante años de ser odioso y antipático) para comunicarle de inmediato a un niño que no me agrada, ni me simpatiza, ni me enternece.
Y si no entinde con eso, me saco el cinto.

Bugman dijo...

Me tuve que tomar un Reliveran para terminar de leer sus desventuras.
En la antigua Roma esas inconductas eran castigadas con la muerte. Claro que nunca hubo ningún condenado, no había colectivos en el Imperio.

Bugman dijo...

No, en la República tampoco.

Briks dijo...

a Ud lo están estafando

a nosotros nos pasa a buscar el chofer del MIB

Briks dijo...

y 18 !!!



(deje de apuntarme con esa arma Sr Yoni)

Renegado dijo...

Bugman: ¿En Roma era delito hurgarse las orejas con un palito hecho de papel y después chuparlo?
No sabía. Pero puede ser. Eran medio delicados en esa época.

Briks: No me extraña.

Renegado dijo...

Y ...20!!

Para hacer número nomás ...

Rebeca dijo...

No, Sr. Renegado, es que simplemente no soy de Bayres, soy de Rosario y aquí se podría decir que es muuuchooo mas tranqui la cosa.
El único problema es el precio del boleto: $1,90!!!!
Según leí por ahí allá se recorre meido buenos aires con $1,20

Renegado dijo...

Rebeca: Ah, pero mire que suerte. Claro, allá en el campo es todo mas tranquilo.

Respecto a eso de que acá se recorre media ciudad por $1.20 no se lo podría asegurar, porque que yo vengo del sur del conurbano y me sale $1.75, así que mucha diferencia no hay.

Mona Loca dijo...

Yo hace bastante rato que no me subo a un colectivo. Y si lo hago, es en un horario donde casi no hay nadie.

Al subte, cada tanto puede ser.

Y sabe qué? Después de leer esto, prefiero resignar un poco de ganancia y seguir viajando en taxi.

Igual, hay cada espécimen en los taxis...pero vienen de a uno y son más manejables.

Cuando iba a la facultad ( allá por el 1900) me dejaba de garpe el 98 en la esquina de Jujuy e H. Yrigoyen, porque salen de 11 y doblan en la esquina siguiente. Y se van abriendo para poder doblar. No sé para uqé ponen la parada ahí.

Opté por caminar màs cuadras y tomarlo directamente en Pza Once.

Era joven y audaz en ésa época.

beso

marcelo dijo...

hace mucho que no tomo colectivos y de ultima cuando lo hago suelo no tener ningun apuro a donde valla