El lunes pasado, como indica la tradición, en mi casa nos abocamos a la simpátiquísima tarea de armar el arbolito de Navidad (porque, por si no lo sabían, el arbolito DEBE armarse el día 8 de Diciembre. De lo contrario, uno queda maldecido por todo el año hasta el próximo 8 de Diciembre. En serio. Lo dice por ahí en la Biblia).
Como se podrán imaginar aquellos que frecuentan este sitio y ya algo conocen de mi especial y no por ello menos encantadora forma de ser, esta no es precisamente una actividad de las que figurarían encabezando mi lista de "Cosas que hacer para pasarla bomba una tarde de feriado", pero bueno, antes que quedar maldito todo un año y, mas que nada, antes que tener que escuchar setecientas ochenta veces y con tonito de indignación la frase "ayudáenalgoqueyosolanopuedohacertodo", hice uso de toda la voluntad que tenía en ese momento (que era bastante poca) y puse manos a la obra.
El tema es que para llevar a cabo una labor tan rompepelotas como esa sin perder la compostura a los cinco minutos, uno necesariamente debe tener una predisposición muy especial y sentirse plenamente imbuido por el espíritu navideño, la paz, el amor, y todas esas giladas de propaganda que se simulan en esta época, porque sino, después de colgar la tercer o cuarta pelotita, uno ya está aburrido como un hongo y pensando en inventar cualquier excusa para irse al carajo.
Esto, sumado a algún que otro pinchazo con alambre que se sufre (porque el arbolito es de alambre, no se si sabían), a los pocos minutos logra que se piense en agarrar todos los adornos, tirárselos encima al bendito pino con caja y todo, dar la tarea por finalizada, y sentarse panchamente a mirar televisión.
Pero bueno, no se puede.
Si bien reconozco que ha habido años en los que, nos se si por un misterioso designio de la naturaleza, porque los planetas estaban alineados de manera excepcional, porque me equivoqué con la medicación o, simplemente, porque soy así de impredecible y divino, he realizado esa tediosa tarea con entusiasmo y hasta con cierta alegría, poniéndole mucha dedicación y esmero, (llegando al punto de mandarme la mariconada atroz de adornar, además del consabido arbolito, varios objetos de la casa que no tenían nada que ver como el televisor, un mueble modular, los apliques de la luz, a mi mujer, el calefón de la cocina, el marco de la ventana, las macetas, a la administradora que pasó a cobrar las expensas, y todo aquello que pareciera adornable, hasta dejar al pobre departamento luciendo como la escenografía de una película navideña de bajo presupuesto), este no es uno de ellos.
Este año, por suerte para mi hombría, las cosas volvieron a su cauce natural y la sola proximidad de las Fiestas me tiene ya medio podrido, de mal humor, y con ganas de hacer un pozo en algún lado para enterrarme ahí mas o menos hasta después de Reyes (Día en el cual, dicho sea de paso, debe procederse SI o SI al desarmado del susodicho árbol, para evitar que vuestro hogar sea azotado por alguna de las siete plagas bíblicas. En serio. También lo dice la Biblia).
Como lamentablemente eso no me es posible (fundamentalmente porque soy demasiado vago como para ponerme a hacer un pozo, y menos con este calor), no me quedó otra alternativa mas que colaborar en la tarea de la adornación arbolística, la cual tuvo algunos puntos sobre los que quisiera explayarme:
En primer lugar, esta es la segunda Navidad de nuestro nuevo pino navideño (Para que sepan, según la tradición, un arbolito, luego de pasar diez Navidades en la casa, debe ser regalado y reemplazado por uno nuevo. Sino, la desgracia azotará a la familia generación tras generación, a razón de una generación por cada año que permanezca el árbol en la casa sin ser renovado. En serio. Lo dijo un profeta del Viejo Testamento).
El tema es que lo que el año pasado era una simple sospecha, este año ya linda con el convencimiento, y estoy pensando que para mi humilde hogar de dos humildes ambientes, este pino presenta un tamaño algo exagerado.
Todavía no sé en que estaba pensando el día que lo compré.
Evidentemente, o tengo un serio problema de percepción de tamaños y profundidades, o ese día estaba poseído por un espíritu derrochón y ostentoso, porque de otra forma no se entiende que haya gastado trescientos mangos en un pinote que a duras penas entra en un rincón, que me obliga a mover la mitad de los muebles para hacerle lugar, y que tiene tantas putas ramitas que para adornarlo bien se necesitan no menos de dos horas y tres cajas grandes llenas de adornitos.
Y justamente el de los adornos es otro punto en cuestión (El tipo te engancha los temas así de una. Soy un groso).
En lo personal no tengo problemas con las pelotas brillosas …. Mmmm, suena mal eso … con las bolas brillosas… no, eso es peor…. Bueno, con los adornos esféricos brillantes, o los Papanueles o las botitas o todas esas cosas tradicionales, inocuas, y que pueden manipularse sin mayores inconvenientes.
Ahora bien, al reverendo hijo de puta que se le ocurrió impregnar a todos estos adornos con esa reputísima brillantina finiiiiiiita que se pega furiosamente en todos lados y que es imposible de sacar, habría que hacerle un enema con esa porquería brillosa que tanto le gusta y mandarlo a tirarse pedos navideños al Polo Norte.
Detesto profundamente y con cada fibra de mi ser ese material horrible e invasivo.
Una vez que uno comienza la manipulación de este tipo de adornos, inexorablemente esa maldita brillantina empieza a adherirse en las manos y desde allí a cualquier parte del cuerpo que uno se toque. Tan solo unos pocos minutos después, uno ya está tan brilloso que si se pone un plumero en el culo podría salir a bailar en una comparsa de Gualeguaychú o ser primera vedette en algún espectáculo berreta de Mar del Plata.
Y lo peor de todo, es que esa cosa NO SALE.
Se pega en la piel y no se va.
Y cuanto uno mas se refriega, presa de la desesperación, mas se abrillanta.
Se puede intentar combatirla usando los métodos mas radicales y extremos; esos que solo son utilizados cada tanto y solo en casos de extrema urgencia, como bañarse por ejemplo, pero esa condenada cosa resiste.
Inevitablemente siempre algo va a quedar (en especial si se tiene, como es mi caso, una seductora y viril barba de varios días) y uno debe luego volver a la vida pública y retomar su rutina normal y su estampa de tipo serio, mal encarado, y con cara de matar a cualquiera que le dirija la palabra, pero ahora con el rostro salpicado de puntitos brillosos.
Y es un quemo. No es serio.
Y hablando de cosas que brillan, para finalizar, está el tema de las luces (Este enganche me quedó medio tirado de los pelos, pero bueno, todo no se puede…).
Resulta que tenía dos juegos de luces, a los cuales, como corresponde, me tomé la precaución de probar antes de mandarme a colocarlos, mas que nada para evitar cualquier inconveniente de último momento que pudiera desatar en mi una furia loca que me impulsara a mandar todo al carajo y tener que terminar poniendo los regalos de Navidad al pie de una maceta.
Y milagrosamente andaban. Los dos.
Siendo que para su colocación lo único que hay que hacer es agarrar la tira de foquitos y depositarlos suavemente sobre las ramas dando vueltas alrededor del árbol como un pavote, no parecía ser algo que pudiera presentar demasiadas complicaciones.
Pero claro, no iba a ser tan fácil.
Sucede que como soy un poquitín obsesivo para hacer las cosas, el arbolito, para mi, debe armarse por etapas, en el siguiente orden: primero que todo se coloca el primer juego de luces en la parte interior del árbol, cerca del tronco; luego se coloca el grueso de los adornos, posteriormente se ubica el segundo juego de luces, y finalmente van los últimos adornos que son los mas lindos, vistosos y nuevos.
Bien, luego de haber pasado buena parte de la tarde completando cada etapa, de discutir con mi mujer por la ubicación de algunos adornos para intentar que no se repitan, de putear seguido por la brillantina, y ya sintiendo los efectos de estar agachado en posiciones de lo mas incómodas en la forma de sendos dolores de cintura, de rodillas y de espalda (si, estoy hecho mierda) todo parecía estar listo para dar paso al emocionante momento de enchufar el bendito árbol, comprobar que todo anda bien y así, por fin, terminar de una vez con ese tedioso laburo para dedicarse a rascarse el higo por el resto de la tarde.
Lamentablemente, el momento de emocionante pasó a decepcionante cuando notamos que por algún misterioso motivo, en algún misterioso instante entre que probé las luces y las coloqué, una de las hileras del juego de luces mas superficial había dejado de funcionar.
Por ende, me quedó un hermoso árbol con un juego de luces titilando alrededor del tronco que se veían bastante poco, y un lindo cable con lamparitas apagadas todo alrededor.
Y se quedó así, obviamente. No iba a sacar todo de nuevo.
Afortunadamente, luego de un par de horas la serie repentinamente volvió a la vida y, por fin, luego de tan arduo trabajo, mi árbol hoy se luce en todo su esplendor.
Como se podrán imaginar aquellos que frecuentan este sitio y ya algo conocen de mi especial y no por ello menos encantadora forma de ser, esta no es precisamente una actividad de las que figurarían encabezando mi lista de "Cosas que hacer para pasarla bomba una tarde de feriado", pero bueno, antes que quedar maldito todo un año y, mas que nada, antes que tener que escuchar setecientas ochenta veces y con tonito de indignación la frase "ayudáenalgoqueyosolanopuedohacertodo", hice uso de toda la voluntad que tenía en ese momento (que era bastante poca) y puse manos a la obra.
El tema es que para llevar a cabo una labor tan rompepelotas como esa sin perder la compostura a los cinco minutos, uno necesariamente debe tener una predisposición muy especial y sentirse plenamente imbuido por el espíritu navideño, la paz, el amor, y todas esas giladas de propaganda que se simulan en esta época, porque sino, después de colgar la tercer o cuarta pelotita, uno ya está aburrido como un hongo y pensando en inventar cualquier excusa para irse al carajo.
Esto, sumado a algún que otro pinchazo con alambre que se sufre (porque el arbolito es de alambre, no se si sabían), a los pocos minutos logra que se piense en agarrar todos los adornos, tirárselos encima al bendito pino con caja y todo, dar la tarea por finalizada, y sentarse panchamente a mirar televisión.
Pero bueno, no se puede.
Si bien reconozco que ha habido años en los que, nos se si por un misterioso designio de la naturaleza, porque los planetas estaban alineados de manera excepcional, porque me equivoqué con la medicación o, simplemente, porque soy así de impredecible y divino, he realizado esa tediosa tarea con entusiasmo y hasta con cierta alegría, poniéndole mucha dedicación y esmero, (llegando al punto de mandarme la mariconada atroz de adornar, además del consabido arbolito, varios objetos de la casa que no tenían nada que ver como el televisor, un mueble modular, los apliques de la luz, a mi mujer, el calefón de la cocina, el marco de la ventana, las macetas, a la administradora que pasó a cobrar las expensas, y todo aquello que pareciera adornable, hasta dejar al pobre departamento luciendo como la escenografía de una película navideña de bajo presupuesto), este no es uno de ellos.
Este año, por suerte para mi hombría, las cosas volvieron a su cauce natural y la sola proximidad de las Fiestas me tiene ya medio podrido, de mal humor, y con ganas de hacer un pozo en algún lado para enterrarme ahí mas o menos hasta después de Reyes (Día en el cual, dicho sea de paso, debe procederse SI o SI al desarmado del susodicho árbol, para evitar que vuestro hogar sea azotado por alguna de las siete plagas bíblicas. En serio. También lo dice la Biblia).
Como lamentablemente eso no me es posible (fundamentalmente porque soy demasiado vago como para ponerme a hacer un pozo, y menos con este calor), no me quedó otra alternativa mas que colaborar en la tarea de la adornación arbolística, la cual tuvo algunos puntos sobre los que quisiera explayarme:
En primer lugar, esta es la segunda Navidad de nuestro nuevo pino navideño (Para que sepan, según la tradición, un arbolito, luego de pasar diez Navidades en la casa, debe ser regalado y reemplazado por uno nuevo. Sino, la desgracia azotará a la familia generación tras generación, a razón de una generación por cada año que permanezca el árbol en la casa sin ser renovado. En serio. Lo dijo un profeta del Viejo Testamento).
El tema es que lo que el año pasado era una simple sospecha, este año ya linda con el convencimiento, y estoy pensando que para mi humilde hogar de dos humildes ambientes, este pino presenta un tamaño algo exagerado.
Todavía no sé en que estaba pensando el día que lo compré.
Evidentemente, o tengo un serio problema de percepción de tamaños y profundidades, o ese día estaba poseído por un espíritu derrochón y ostentoso, porque de otra forma no se entiende que haya gastado trescientos mangos en un pinote que a duras penas entra en un rincón, que me obliga a mover la mitad de los muebles para hacerle lugar, y que tiene tantas putas ramitas que para adornarlo bien se necesitan no menos de dos horas y tres cajas grandes llenas de adornitos.
Y justamente el de los adornos es otro punto en cuestión (El tipo te engancha los temas así de una. Soy un groso).
En lo personal no tengo problemas con las pelotas brillosas …. Mmmm, suena mal eso … con las bolas brillosas… no, eso es peor…. Bueno, con los adornos esféricos brillantes, o los Papanueles o las botitas o todas esas cosas tradicionales, inocuas, y que pueden manipularse sin mayores inconvenientes.
Ahora bien, al reverendo hijo de puta que se le ocurrió impregnar a todos estos adornos con esa reputísima brillantina finiiiiiiita que se pega furiosamente en todos lados y que es imposible de sacar, habría que hacerle un enema con esa porquería brillosa que tanto le gusta y mandarlo a tirarse pedos navideños al Polo Norte.
Detesto profundamente y con cada fibra de mi ser ese material horrible e invasivo.
Una vez que uno comienza la manipulación de este tipo de adornos, inexorablemente esa maldita brillantina empieza a adherirse en las manos y desde allí a cualquier parte del cuerpo que uno se toque. Tan solo unos pocos minutos después, uno ya está tan brilloso que si se pone un plumero en el culo podría salir a bailar en una comparsa de Gualeguaychú o ser primera vedette en algún espectáculo berreta de Mar del Plata.
Y lo peor de todo, es que esa cosa NO SALE.
Se pega en la piel y no se va.
Y cuanto uno mas se refriega, presa de la desesperación, mas se abrillanta.
Se puede intentar combatirla usando los métodos mas radicales y extremos; esos que solo son utilizados cada tanto y solo en casos de extrema urgencia, como bañarse por ejemplo, pero esa condenada cosa resiste.
Inevitablemente siempre algo va a quedar (en especial si se tiene, como es mi caso, una seductora y viril barba de varios días) y uno debe luego volver a la vida pública y retomar su rutina normal y su estampa de tipo serio, mal encarado, y con cara de matar a cualquiera que le dirija la palabra, pero ahora con el rostro salpicado de puntitos brillosos.
Y es un quemo. No es serio.
Y hablando de cosas que brillan, para finalizar, está el tema de las luces (Este enganche me quedó medio tirado de los pelos, pero bueno, todo no se puede…).
Resulta que tenía dos juegos de luces, a los cuales, como corresponde, me tomé la precaución de probar antes de mandarme a colocarlos, mas que nada para evitar cualquier inconveniente de último momento que pudiera desatar en mi una furia loca que me impulsara a mandar todo al carajo y tener que terminar poniendo los regalos de Navidad al pie de una maceta.
Y milagrosamente andaban. Los dos.
Siendo que para su colocación lo único que hay que hacer es agarrar la tira de foquitos y depositarlos suavemente sobre las ramas dando vueltas alrededor del árbol como un pavote, no parecía ser algo que pudiera presentar demasiadas complicaciones.
Pero claro, no iba a ser tan fácil.
Sucede que como soy un poquitín obsesivo para hacer las cosas, el arbolito, para mi, debe armarse por etapas, en el siguiente orden: primero que todo se coloca el primer juego de luces en la parte interior del árbol, cerca del tronco; luego se coloca el grueso de los adornos, posteriormente se ubica el segundo juego de luces, y finalmente van los últimos adornos que son los mas lindos, vistosos y nuevos.
Bien, luego de haber pasado buena parte de la tarde completando cada etapa, de discutir con mi mujer por la ubicación de algunos adornos para intentar que no se repitan, de putear seguido por la brillantina, y ya sintiendo los efectos de estar agachado en posiciones de lo mas incómodas en la forma de sendos dolores de cintura, de rodillas y de espalda (si, estoy hecho mierda) todo parecía estar listo para dar paso al emocionante momento de enchufar el bendito árbol, comprobar que todo anda bien y así, por fin, terminar de una vez con ese tedioso laburo para dedicarse a rascarse el higo por el resto de la tarde.
Lamentablemente, el momento de emocionante pasó a decepcionante cuando notamos que por algún misterioso motivo, en algún misterioso instante entre que probé las luces y las coloqué, una de las hileras del juego de luces mas superficial había dejado de funcionar.
Por ende, me quedó un hermoso árbol con un juego de luces titilando alrededor del tronco que se veían bastante poco, y un lindo cable con lamparitas apagadas todo alrededor.
Y se quedó así, obviamente. No iba a sacar todo de nuevo.
Afortunadamente, luego de un par de horas la serie repentinamente volvió a la vida y, por fin, luego de tan arduo trabajo, mi árbol hoy se luce en todo su esplendor.
Acá está la foto. Seguro que pensaron que no la iba a poner nada, porque son así, malpensados. No tiene buena iluminación porque está sacada con el celular. No se por qué, porque estando en mi casa bien podría haber usado la máquina de sacar fotos, pero bueno, soy así, excéntrico como todo genio.
Y ahora si, tal si aquellos que tengan blog se copan y postean una foto del arbolito de su casa ¿Eh? Delen, que a mi desde chico siempre me gustó conocer los arbolitos de los demás. De chusma nomás.
Si quieren. Sino no.
Y esto terminó acá. ¿Esperaban un remate o un redondeo? No hay. Es Diciembre. Hago lo que puedo.
9 comentarios:
Hola Renegau, no se me ande preocupando por la brillantina de las pelotitas, y recuerde la Ley de Murphy: todo pino navideño termina siendo un pelotudo.
Cariños librianos.
¡Jua,jua! Una verdad irrefutable es que el embrollo de armar "el arbolito" esta en directa proporción a su tamaño y a su naturaleza —chiquito y articial poco lío, grande y natural ¡un bosque en la sala!— En esta época incrédula e irreverente pocos son los que se toman tanta molestia para librarse de las iras "bíblicas". Se aguarda la fotito.Saludos
yo por eso no pongo el mendigo arbolito
Admiro su paciencia, o repudio su mansedumbre, no estoy seguro. Cuando vivía con mis padres yo era el encargado de hacer funcionar los tres (¡tres!) malditos juegos de luces del arbolito, que como es natural estaban todos enredados, tenían lucecitas que no funcionaban, especialmente la lucecita maestra que hacía el efecto de encendido intermitente y requerían una inversión de tiempo y esfuerzo completamente desproporcionada. Cuando me independicé económicamente tiré las incordiantes lucecitas a la basura y compré nuevas. Y ahora no armo ningún arbolito, y que me caigan las siete plagas.
Jaa! Lo más divertido que te puede pasar también un día feriado como este, es que tu madre (Con quien aún vivís porque no tenés donde caerte muerta) te haga volver de la casa de tu novio (Que como ya sabe usted, vive por zona sur muuuy lejos de casa) solamente para que le de una mano en armar el arbolito. No sea cosa que de intentarlo sola le de hernia, calambres, gases, y todo lo que a uno se le pueda ocurrir.
Prometo sacar una foto de mi arbolito y dedicársela puntualmente a usted en mi próximo post.
Suerte con el quite de la brillantina...yo no tendré barba viril de varios días (Gracias a dios!) pero se me pega en la jeta y en el pelo largo, y en las manos, y las uñas y.....grrrrr! No entiendo como hay mujeres que adrede se compran esas estúpidas cremas con brillantina, que onda?
Soloseñoritadevidaairosa: ¡¡Que atrevida!! ¿Que prtende Ud. de mi, canalla?
Diosita: No, pobre ¿Por qué le dice así? .. Aahhhh .. Es un chiste ... Por lo de las pelotitias ¿no? .. Ya entendí.
Profe: Yo soy muy creyente. Además si hay algo que no preciso es mas mala suerte.
Ahí puse la foto.
Jazmín: ¿Y donde le deja los regalos Papanuel? Armese uno chiquito aunque sea. Mire que según el pofeta Jobosías no tener arbolito se castiga con un año de malas relaciones sentimentales.
Bugman: Otro que infringe las leyes bíblicas. Al final yo soy un encanto navideño en comparación.
Zoqueta: Si, esas mujeres que se ponen esa brillantina a propósito son re botonas. ¡Esa maldita cosa se pega y no sale! Yo todavía tengo por todos lados ... ejem ... Por haber estado adornando el arbolito obvio ... No es que haya estados con una señorita abrillantada eh ... Fue el arbolito ...
Y muchas gracias desde ya por la dedicatoria de la imagen de tu arbolito.
Uhh detesto la navidad, pero más aún todo lo que está alrededor!!
HERMOSO ARBOL!!! :)
q belleza Dn. Renegado!
y no se me queje q las brishantinas en algun momento lo van a abandonar)
;)
Besos
Publicar un comentario